Más allá de la victoria: cómo los padres pueden apoyar o desalentar la práctica deportiva de los hijos

Más allá de la victoria: cómo los padres pueden apoyar o desalentar la práctica deportiva de los hijos

Por Sandro Angulo Rincón
Imagínese que usted es un padre de un niño de seis y una niña de ocho años y quiere que comiencen la práctica de un deporte para estimular su desarrollo físico y mental, pues es un convencido de que contribuye al bienestar presente y futuro de los infantes. Sin embargo, no tiene claro cuál es el papel que debe desempeñar en este contexto formativo para que sea realmente provechoso y saludable.
Pues bien, esta nota periodística da pistas, validadas científicamente, sobre cuál es el comportamiento adecuado que debe asumir cuando sus hijos ingresan a una escuela o club de fútbol, baloncesto, ciclismo u otra disciplina donde van a tener contacto con entrenadores, rivales, árbitros y otros padres de familia.
Los papás indiferentes, equilibrados y sobreprotectores
Son conocidos los beneficios que trae la práctica deportiva en niños y adolescentes. Según la profesora Diana Amado y sus colegas, los beneficios se concentran en lo físico, cognitivo y psicosocial.
• A nivel físico, reduce el riesgo de padecer un gran número de enfermedades crónicas.
• A nivel cognitivo, el ejercicio está relacionado con la mejora del rendimiento académico.
• A nivel psicosocial, la actividad física está asociada con la autorregulación de las emociones y el fomento de habilidades sociales y comunicativas.
Así mismo, los progenitores experimentan un sentido de comunidad en las escuelas deportivas, en tanto que interactúan con otros padres de familia y participan en comités para la organización de eventos deportivos de los menores. Estos beneficios, no obstante, pueden potenciar el estrés de los chicos cuando sus padres transforman este escenario educativo como una meta, fin y logro de recompensas sociales y económicas. Es cierto que en ocasiones el deporte infantil y juvenil se convierte en una encrucijada para sus participantes, puesto que en un principio pueden desarrollar juegos y socializar, pero después se torna en una actividad competitiva planeada por los adultos.
Estos padres se retratan como personas sobreprotectoras, desinteresadas por el fair play en los encuentros deportivos, asumen el papel de managers, críticos frente a los cambios de los entrenadores y preocupados por las estadísticas. Inducen a los hijos a que lo único válido es ganar, generando una relación curvilínea entre el estrés del niño y el involucramiento parental. A menudo, asegura el profesor Miguel Ángel Betancor, cuando el resultado no es favorable agreden física y verbalmente a otros padres y jugadores, árbitros y entrenadores, creando un ambiente conflictivo en un lugar donde debe predominar la empatía y el compañerismo.


De acuerdo con los investigadores Marcelo Roffe, Alfredo Felini y Nelly Giscafre, autores del libro Mi hijo el campeón: las presiones de los padres y el entorno, los efectos del comportamiento de estos padres sobreprotectores suelen ser muy nocivos para los menores: el desequilibrio psicosocial propio de la edad, estrés, ansiedad, culpa, deserción, crisis de pánico ante el fracaso deportivo y miedo a decepcionar a sus progenitores, son algunas de las manifestaciones más conocidas.
En una investigación de los comunicadores Luisa Amaya, Sandro Angulo y Camilo Patiño publicada en la revista Cubun, se encuestaron a 65 padres de familia para saber si habían adquirido una conducta ofensiva verbal o física o si habían sido testigo de alguna mientras presenciaban un partido de su hijo en la escuela de fútbol Grama Deportes de Ibagué, Colombia, y un 38,5% de ellos señalaron que sí la habían adquirido, un 35,5% no y un 25,5 dijo que habían sido testigos de esa conducta (ver gráfico).

La misma población encuestada dijo que las ofensas verbales o físicas realizadas o presenciadas se produjeron, así.
• El 29% de los padres de familia contra otros padres de familia.
• El 24,2% de padres de familia contra sus hijos.
• El 11,3% de padres de familia contra entrenadores.
• El 29% de padres de familia contra árbitros.
• Un 6,5% de los padres de familia manifiesta que nunca han adquirido o han sido testigos de conductas ofensivas.
Estos datos revelan que la actitud sobreprotectora de los progenitores en las escuelas de formación deportiva es habitual, aunque esos comportamientos dependen de contextos económicos y sociales más amplios.
Pero, así como es cuestionable la presión parental fatigante, no menos lesiva es la actitud de los padres indiferentes. Ellos no saben nada de sus hijos, no dan afecto, no les preguntan sobre su bienestar, no con el ánimo de no presionarlos, sino por falta de interés porque están con la cabeza en otra parte; ven a los clubes deportivos como una guardería o son del tipo “te dejo en el juego y después paso a recogerte”. Así, es difícil para un menor desarrollar un compromiso hacia el deporte y, por ende, aprovechar sus ventajas en los niveles físico, cognitivo y psicosocial.
Los especialistas como Marcelo Roffe, Alfredo Felini y Nelly Giscafre sugieren la figura de padres equilibrados, los cuales se involucran lo justo y necesario en la práctica deportiva de los niños. Acompañan, no exigen ni presionan. Se preocupan por ellos y no preguntan por la eficacia del desempeño atlético, sino por si disfrutaron de la experiencia.
La influencia del deporte industrial
Es muy probable que los padres sobreprotectores sean influenciados por el deporte industrial, caracterizado por la producción y la productividad a gran escala, por el encumbramiento de los atletas mediante la potenciación de su imagen y por perseguir escandalosas ganancias a través del ingreso a los estadios, las transferencias de deportistas, los derechos de retransmisión por televisión e internet y la venta de artículos alusivos al equipo o atleta en puntos de venta.
Sin duda, la disciplina que reúne esas características es el fútbol, el deporte rey. El libro ¡Cállate papá! Padres y violencias en el fútbol industrial del investigador Luis Cantarero, describe este deporte como un productor de entrenadores y jugadores en serie, así como por ser violento física, verbalmente y sospechoso de corrupción, y a los padres como personas que proyectan en sus hijos sus propias debilidades, traumas y frustraciones.
Las figuras parentales y los clubes se sienten atraídos por las transferencias de jóvenes promesas que pueden ser contratadas por clubes profesionales de fútbol de Europa, lo cual les genera ingresos significativos en euros o dólares. Sin embargo, para evitar que las mafias realicen estas transferencias sin respetar los derechos de los niños y adolescentes, como lo ha denunciado el periodista chileno Juan Pablo Meneses en su libro Niños futbolistas, la FIFA publicó el Reglamento sobre el estatuto y transferencias de jugadores. El documento advierte que los fichajes se aprueban cuando los jugadores cumplen los 18 años, aunque se autorizan con menor edad si “los padres del jugador cambian su domicilio al país donde el nuevo club tiene su sede por razones no relacionadas con el fútbol”, entre otras cuatro excepciones. En el caso de los clubes, éstas reciben una indemnización por formación sólo “(1) cuando el jugador se inscriba por primera vez como profesional y (2) por cada transferencia del jugador profesional hasta el fin del año natural en el que cumple 23 años”. No todo vale.
Cierro este capítulo de Agon y Areté con el registro de grandes estrellas del deporte que han testimoniado en entrevistas a la prensa y en sus libros biográficos cómo sus padres sobreprotectores y presionantes influyeron en sus vidas.

 

(AP Photo/Christof Stache)

André Agassi, campeón estadounidense de ocho títulos de Gran Slam de tenis cuenta en el libro Open cómo su padre, un inmigrante iraní, le exigía que corriera detrás y respondiera 2.500 pelotas diarias para mejorar su timing (momento preciso en el que se ejecuta una acción de juego) durante entrenamientos despiadados, al tiempo que se comportaba violento bandeando una pistola cerca de la nariz de André cuando su rutina de ejercicios no cumplía las expectativas.

 

Tonya Harding, la estadounidense patinadora sobre hielo, más conocida por permitir que gente de su entorno golpeara con una barra metálica a su adversaria Nancy Kerrigan, para dejarla fuera de los Juegos Olímpicos de invierno en la ciudad noruega de Lillehammer, recibió tratos abusivos cuando se convertía en deportista de élite. Su madre, Lavona Golden, la tildaba de “fea”, “gorda” y “fracasada”, “le negaba ir al baño en los entrenamientos porque consideraba que pagaba sus clases para que no tuvieran interrupciones”, y en más de una ocasión la golpeó cerca de la pista de hielo.

Hasta aquí estos dos ejemplos de atletas que dieron con padres explotadores y abusivos. Ahora te propongo que menciones casos de deportistas reconocidos con padres equilibrados que les ayudaron a ser exitosos. Y recuerda que puedes suscribirte en forma gratuita a nuestra newsletter y seguirnos en Facebook, Twitter y YouTube.

Agon y Areté
Soy Sandro Angulo Rincón, colombiano, periodista y profesor universitario. Investigo, practico en forma amateur y consumo deportes. Aspiro a producir piezas periodísticas de calidad y obtener la retroalimentación de los lectores para que Agon & Areté crezca entre distintos públicos de habla española, inglesa, portuguesa y árabe.

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