Por: Sandro Angulo Rincón
- Tengo las rodillas vueltas nada (desgastadas) y la cadera también porque me he dado mucho ‘palo’ (entrenar en demasía) en los gimnasios. Todo eso requiere cirugía.
- ¿No hay que ser un obsesionado por el ejercicio?, pregunta la periodista.
- No hay que volverse ‘loco’ (entrenar sin control) en el gimnasio, no vale la pena, responde la celebridad entrevistada. Hay que saber alimentarse, pero disfrutando de la comida, darse sus gustos.
- ¿Y qué es volverse ‘loco’ en el gimnasio?, replica la reportera.
- Por ejemplo, he entrenado cinco horas durante un día. A la 1 o las 2 de la mañana, después de regresar de una fiesta. Eso es delirio, eso es patología…
Este es parte del diálogo que sostuvo la talentosa artista colombiana, Margarita Rosa de Francisco en Desnúdate con Eva, programa de YouTube, dirigido y presentado por la periodista española Eva Rey Botana. ¿Qué estaba tratando de decir Margarita a la audiencia? ¿Que es una adicta al deporte?
Ni siquiera la comunidad médica tiene un acuerdo unánime sobre si considerar la actividad física como una adicción. Una de esas razones es que el ejercicio usualmente está asociado a una terapia para lograr el bienestar físico y mental, como para que los científicos ahora lo consideren un vicio. De hecho, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5, elaborado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, no incorpora esta adicción, sino sólo las vinculadas con el consumo de sustancias, la ludopatía y la dependencia a internet.
Esa percepción tiene su origen en el significado que ha tenido el movimiento corporal desde la antigüedad hasta nuestros tiempos. Históricamente el concepto de salubridad en la América del siglo XIX se basa en la antigua tradición no natural de los médicos griegos Hipócrates (c. 460 a. C. – c. 370 a. C.) y Galeno (c. 129 – c. 216 d. C.), quienes vincularon la actividad física vigorosa con la prevención de las enfermedades. De manera que, durante el siglo XIX, ejercitarse moderadamente ocupó un lugar destacado en los libros de medicina.
Más adelante, en la década de 1960, el interés médico por el ejercicio se reavivó por dos razones: Primero, los estudios epidemiológicos pioneros de mediados de siglo relacionaron el sedentarismo con patologías crónicas y, segundo, las rutinas físicas se volvieron prescriptivas en respuesta a las consecuencias productivas y económicas de estilos de vida insanos.
Entonces, ¿por qué pensar en el deporte como una patología?
Porque las evidencias indican que hay personas que no tienen control -el diagnóstico de cualquier adición- para moderar el tiempo dedicado a la actividad física, y se ejercitan a pesar de sentir dolor, el principal comunicador del exceso. Según los investigadores Heather Haunsnblas y Danielle Symons en How much is too much? The development and validation of the exercise dependence scale, existen manifestaciones psicológicas como (1) sentir ansiedad, irritabilidad o insomnio en ausencia de la práctica deportiva; (2) dedicar mucho tiempo a la preparación, realización o recuperación después de entrenamientos agotadores y (3) darle continuidad al ejercicio, a pesar de sufrir lesiones. Estos síntomas ya habían llamado la atención de los galenos en los 70, década en que aparece la expresión “adicción al deporte” en la literatura científica, contextualizada como “adicción positiva” para referirse a la posible conexión benéfica dosis-respuesta entre ejercicio y salud.
En esas condiciones, un adicto al deporte se define como un individuo que al ejercitarse habitualmente pierde el control sobre sus rutinas y actúa compulsivamente, exhibe dependencia y experimenta consecuencias negativas en la salud y en la vida social. Por ejemplo, es huraño e incumple con otras obligaciones personales y profesionales. Si se le pide que descanse, lo más seguro es que se ofusque y defienda airado los beneficios del deporte, a pesar de que la gente a su alrededor note ya su comportamiento obsesivo.
Sin embargo, una dificultad para diagnosticarlo es que este trastorno es solo la consecuencia de otras enfermedades precursoras, como el Trastorno Obsesivo Compulsivo, la depresión y ansiedad, e inclusive con la bulimia y anorexia nerviosa puesto que el ejercicio excesivo se relaciona con el monitoreo exhaustivo del equilibrio energético y la pérdida de peso. Es decir, ser adicto al deporte es el resultado y no la causa de estas enfermedades mentales.
Los estudios científicos también infieren que el abuso de la práctica deportiva sirve como paliativo para las personas con crisis de ansiedad frecuentes y que encuentran en el ejercicio un efecto ansiolítico. Lejojeux y sus colegas en Prevalence of exercise dependence and other behavioral addictions among clients of a Parisian fitness room, proponen una hipótesis aún más provocadora: afirman que los que practican el deporte compulsivo parecen estar más expuestos a otras formas de adicción comportamental, como comprar compulsivamente o dedicar más tiempo sentado frente al computador.
El origen del padecimiento
Además de factores psicológicos, los especialistas proponen dos mecanismos que originan esta adicción. Uno de ellos es el fisiológico y refiere a la hipótesis del runner’s high, esto es, la “euforia del corredor” que sienten muchos corredores tras una carrera intensa y que se ha atribuido a las endorfinas, sustancias químicas producidas por el cuerpo que se asocian con la sensación de relajamiento, placer y felicidad. Al parecer, en algunos organismos el ejercicio reduce la sensibilidad de las endorfinas, por lo que es necesario aumentar la dosis del entrenamiento para mantener sus efectos.
Otro mecanismo es el sociocultural. Los intelectuales de las ciencias sociales señalan que el “adicto al deporte” está constantemente expuesto a las demandas neoliberales de autooptimización, en las que algunas personas llevan al extremo ejecuciones físicas valoradas positivamente como hábitos imprescindibles de salud. De acuerdo con Helen Keane en el ensayo A normalised Future of Adiction, la salud en la ideología neoliberal ya no se define por la ausencia de enfermedad, sino como un estado utópico de completo bienestar. En consecuencia, el sujeto se obliga a cumplir metas, bajo esfuerzos inhumanos, restricciones alimentarias y disciplinas estoicas sin ningún fundamento médico. A ello se suma que los síntomas de la patología normalmente son tolerados y hasta aplaudidos por la sociedad, pues sobreejercitarse se asocia como una protección frente a las adicciones por sustancias. Los medios de comunicación y la tecnología juegan un papel en este contexto.

Crédito foto: Logan Weaver/Unplash
Los medios, impulsados por el marketing de la industria deportiva, fomentan un modelo de belleza y de bienestar que mitifica la delgadez, impone la figura del súper humano y denuesta de los porcentajes de grasa en el cuerpo. Por su parte, el uso de la tecnología, especialmente de aplicaciones y tecnología portátil como Strava, Garmin, FitBit, entre otras, pueden estar vinculadas con la alta o baja autoestima del usuario debido a las métricas que generan. Si los resultados no son los mejores o se han quedado cortos con respecto a otros “usuarios/competidores” es probable que afecten negativamente el amor propio e influyan en incrementar las horas de ejercicio no saludable.
Prevalencia
La comunidad científica ha diseñado cuestionarios para evaluar la adicción al ejercicio. Entre los más importantes, se encuentran la prueba de Ejercicio Obligatorio (OEQ), el test de Dependencia del Ejercicio (EDQ), la Escala de Dependencia del Ejercicio (EDS) o el Inventario de Adicción al Ejercicio (EAI). La presencia de diversos cuestionarios ha conllevado a que exista una extensa variabilidad en la estimación de la prevalencia de esta dependencia conductual.
En un estudio transversal llevado a cabo por Lichtenstein y otros investigadores en Is exercise addiction in fitness centers a socially accepted behavior? se utilizó la versión danesa del EAI (Exercise Addiction Inventory) para identificar a los participantes en riesgo de adicción al deporte. Un total de 577 personas que se ejercitan completaron la encuesta. La distribución por género fue del 71 % mujeres, y la edad promedio fue de 26,7 años (rango entre 15 y 73 años). Los resultados apuntan a que un alto riesgo de adicción al ejercicio se asoció con una mayor cantidad de ejercicio semanal, ya que el 80.6% de quienes presentaban un alto riesgo de dependencia realizaban 8 horas o más de entrenamiento por semana, en comparación con el 35.3% de quienes presentaban un bajo riesgo. Una mayor proporción de las personas con elevado riesgo reportó entrenamientos, pese a lesiones o enfermedades y un 61% afirmó tener un trastorno alimenticio.
Emmanuelle Larocque y sus colegas en When sport is taken to extremes: A sociohistorical analysis of sport addiction, revisaron datos de la literatura sobre la dependencia a la actividad física como parte de un proyecto de investigación más amplio sobre este trastorno en Canadá y Australia. Concluyeron que los deportes más propensos a que las personas desarrollen la adicción son el running (correr), halterofilia, culturismo, maratón/triatlón, deportes extremos y ciclismo.
Similitud y diferencia con la vigorexia
Vigorexia y adicción al deporte, son dos procesos patológicos que coinciden en que las personas se ejercitan en demasía, muchas veces como vía de escape emocional y la necesidad de sentir placer transitorio por los resultados físicos obtenidos, aunque esos comportamientos desencadenen alteraciones sociales y distorsión de la corporeidad. Sin embargo, la vigorexia es un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) en el que las personas tienden a seguir una dieta restrictiva, usan fármacos para acelerar los procesos de crecimiento muscular, realizan rutinas descomunales de ejercicio y se sienten altamente inconformes con su cuerpo.
El sujeto con vigorexia tiene pensamientos recurrentes y obsesivos sobre su imagen, así como tendencias a programar mejoras estrictas a su musculatura. Por eso, entrena compulsivamente a fin de compensar un “defecto” que sólo él percibe.
En los trastornos somatomorfos las personas informan de ciertos síntomas físicos de enfermedad médica que no existe objetivamente. No los fingen, sino que los sienten en realidad. Es notoria una preocupación exagerada y patológica por un defecto imaginado del cuerpo o la apariencia o, a veces, puede aparecer, pero su reacción hacia él es desproporcionada. La vigorexia se concibe como una variante del Trastorno Dismórfico Corporal TDC, puesto que los individuos ven su cuerpo pequeño y débil, uno de los síntomas habituales reportados.
La investigación de Alonso Andrade y otros investigadores en Niveles de adicción al ejercicio corporal en personas fisicoculturistas sobre la vigorexia, indica que un 73.3% presenta niveles medios de adicción al ejercicio y el 26.7% tiene niveles altos, sin diferencias significativas entre varones y mujeres. Además, los rangos de edad con mayores porcentajes de adicción fueron entre los 20 a 32 años y 33 a 45 años. La muestra intencionada fue de 30 voluntarios habituales de un gimnasio en Ibagué, Colombia, a quienes se les aplicó la Escala de Adicción General.
Personas que padecen vigorexia y adicción al deporte a menudo utilizan esteroides anabólicos, sustancia dopante que aumenta la masa muscular y mejora la apariencia y el rendimiento. Igualmente son consumidores frecuentes de suplementos alimenticios. Los esteroides anabólicos están asociados con daños graves e irreversibles como derrames cerebrales, ataques cardiacos prematuros, tumores hepáticos, insuficiencia renal y problemas psiquiátricos. Es usual que cuando se suspenden abruptamente provoquen depresión por lo que el sujeto se ve abocado a retomarlos.
Otras sustancias igual de peligrosas han causado la muerte de fisicoculturistas. Se trata de las inyecciones de Synthol, compuestas por aceite, xilocaína y alcohol, para promover el crecimiento artificial de los músculos. Un caso letal fue el reportado recientemente por el diario AS Deportes. Nikita Tkachuk, el ‘Hulk ruso’ muere a los 35 años, tras un fallo multiorgánico. La noticia publicada el pasado 23 de mayo indica que el Synthol se aplicó indiscriminadamente y le produjo daño hepático, edema pulmonar y paro cardiaco. “Si tu brazo mide 45 o 50 centímetros, ¿qué va a cambiar en tu vida? Solo vas a perder salud, no merece la pena”, había dicho en un video.
Aunque los trastornos de la imagen corporal solían ser considerados prototípicos del género femenino, estudios, como los de José Miguel Rodríguez en Vigorexia, adicción, obsesión o dismorfia; un intento de aproximación, encuentran una elevada prevalencia en el género masculino. Esta perspectiva tiene origen en las variantes culturales de consumo y las exigencias estéticas de los escenarios de socialización de la modernidad. De modo que los hombres reciben una permanente presión sobre su cuerpo, por lo que individuos con vigorexia reportan distorsiones sobre su apariencia.

Tratamiento
El tratamiento para la adicción al deporte suele basarse en intervenciones de tipo cognitivo-conductual para ayudar a los pacientes a cambiar su actitud sobre el ejercicio. El tratamiento requiere transmitirles la información adecuada acerca de los efectos adversos que tiene la práctica deportiva en exceso. Este proceso supone:
(1) Identificar e interrumpir la conducta compulsiva a través de apoyo psicoterapéutico individualizado.
(2) Hacer que el paciente comprenda los beneficios de la actividad física para la salud y la importancia de practicarlo de forma moderada.
(3) Ayudarlo a desarrollar estrategias para abordar el problema.
(4) entender la organización de la estructura defensiva del paciente y cómo se enfrenta al problema de adicción.
(5) Incrementar su tolerancia para adaptarse a la conducta compulsiva, a través de modificaciones de sus defensas psicológicas y de la aceptación de sus respuestas a la ganancia de control.
(6) separar la compulsión y los desencadenantes específicos conectados con la adicción al ejercicio.
(7) Reconstruir las estrategias de afrontamiento y estimular los sistemas de apoyo, como los de la familia, profesores, pareja y amigos (Márquez & de la Vega, 2015). No se descarta la medicación
Un estudio realizado por Sara Knapp en Psychological well-being and exercise addiction: The treatment effects of an REBT intervention for females, para examinar los efectos de la Terapia Racional Emotiva Conductual, TREC, en las creencias irracionales (“si no voy al gimnasio no valgo nada”) y los síntomas de la adicción al ejercicio en mujeres que se ejercitan concluyó que la TREC es eficaz para reducir las creencias irracionales, la adicción al ejercicio y el distrés psicológico (un estado negativo de estrés, asociado a malestar emocional, ansiedad, sobrecarga o sufrimiento), así como para aumentar el estado de ánimo.
Detenerse en los modelos y representaciones que la familia exhibe de la belleza y el bienestar es importante para evitar conductas adictivas en sus integrantes. Los padres desmedida y reiteradamente preocupados por el cuerpo y el atractivo inscriben en el desarrollo psicológico y emocional de los hijos pensamientos de inaceptación e insatisfacción con el esquema corporal, condición que puede desembocar en cuadros psicopatológicos vinculados con la alimentación y el estado de ánimo. La educación y los mensajes, validados científicamente, respecto a la práctica deportiva moderada deben velar por el bienestar integral de las personas y no por su deterioro mental y físico.
Así mismo, es fundamental que en gimnasios y clubes deportivos se informe sobre las desventajas y consecuencias adversas que afectan al sujeto con la actividad física excesiva, y se haga hincapié en los beneficios que proporciona el descanso después del entrenamiento en la salud y en la obtención de mejores desempeños atléticos.
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Referencias
Foto portada de Tima Miroshnichenko/pexels.
Alonso Andrade, J., García, S., Remicio, C., & Villamil Buitrago, S. (2012). Niveles de adicción al ejercicio corporal en personas fisicoculturistas (Levels of addiction to physical exercise in bodybuilders). Revista Iberoamericana de Psicología del Ejercicio y el Deporte, 7(2), 209–226.
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