Cambio climático: un rival más para los atletas del siglo XXI (parte 1)

Cambio climático: un rival más para los atletas del siglo XXI (parte 1)

Por Sandro Angulo Rincón
Juegos Olímpicos de Tokio, 11 de la mañana del miércoles, 28 de julio de 2021: el ruso Daniil Medvedev, segundo en el ranking mundial, se acerca al árbitro ubicado en el centro de la cancha de tenis y, subiendo ligeramente la cabeza, le recrimina: “Puedo acabar el partido, pero también puedo morirme. Y si me muero, ¿será usted responsable?”.

Fuente: Infobae

Estas imágenes dan cuenta de las condiciones climáticas extremas que están sufriendo los deportistas profesionales y aficionados por las frecuentes olas de calor que ponen en riesgo la vida y potencian el rumor sobre la extinción de algunos deportes de aquí al 2050.
El ruso y su contrincante, el italiano Fabio Fognini, a quien derrotó (6-2, 3-6 y 6-2) en el Ariake Tennis Park, estaban soportando una temperatura de 37°C y una humedad relativa superior al 70%. “Al inicio del encuentro, he notado que me costaba respirar. Era como si mi diafragma hubiese estado bloqueado. Al final del segundo set, veía negro, me sentía deslucido, cerca de colapsar en la pista”, explicó Medvedev al médico que lo asistió dos veces durante el partido.
Aunque es un área poco investigada, los cambios abruptos en el clima está impactando al deporte de varias formas: (1) modificando el calendario o cancelando la realización de eventos deportivos orbitales; (2) generando consecuencias fisiológicas en los atletas; (3) desmotivando la actividad física regular y (4) aumentando la huella energética humana sobre los ecosistemas, debido al exceso de torneos y competencias a lo largo de un año.
Cambios o cancelaciones
Según Chris McMillan en ‘Seeing it as a whole’: A research agenda for the sociology of sport and climate change *, los Juegos Olímpicos de Invierno y los deportes de nieve son los más proclives a desaparecer a causa del cambio climático o dependerán de adaptaciones tecnológicas para celebrarse. Algunas de las imágenes más memorables de los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 estuvieron relacionadas con el clima: lluvia y montañas verdes en pleno invierno. Durante los primeros días del evento, bajo el escrutinio de los medios de comunicación internacionales, los organizadores consiguieron nieve de zonas vecinas para que las pruebas de esquí acrobático y snowboard pudieran celebrarse.
Esta solución improvisada fue costosa e ineficiente, pero no poco común. El problema de la falta de nieve se ha vuelto tan omnipresente en los eventos deportivos de invierno que no sorprende que se cancelen campeonatos por el clima cálido. Ejemplos recientes incluyen las cancelaciones del American Birkebeiner Challenge en enero de 2017, el evento de esquí de fondo más grande de América del Norte, y de la Copa del Mundo de Esquí Alpino Paralímpico de St. Moritz en Suiza en diciembre de 2017.
Parecería que los atletas de deportes de invierno están preocupados por la posible extinción de varias modalidades al aire libre, sin embargo, a juzgar por los resultados del estudio de Knowles y otros investigadores, titulada Climate change versus winter sports; can athlete climate activism change the score? **, estos deportistas, pese a ser conscientes de las alteraciones climáticas no realizan un activismo proambiental fuera de los sistemas políticos e informativos hegemónicos por miedo a perder seguidores en las redes sociales y patrocinios de empresas.
Los deportes de verano tampoco escapan a este presente. Este año, durante la realización del Tour de Francia del 29 de junio al 21 de julio, fue habitual ver chalecos fríos puestos en los ciclistas antes de cada etapa para amortiguar los efectos del calor extremo. Inclusive, en la Grande Boucle se revivió el debate sobre la necesidad de trasladar su calendario para meses más frescos como los otoñales de octubre o noviembre para salvaguardar la salud de los pedalistas.
El prestigioso diario francés L’EQUIPE creó una pieza periodística que, con la interacción del lector, visualiza críticamente cómo van a ser los deportes del 2050. Se titula Le jeu dont vous êtes le héros (El juego en el que tú eres héroe) y en ella se invita a descubrir el deporte en ese año con sus transformaciones relacionadas con el cambio climático, mediante la opción de dirigir un club de fútbol, gestionar el Tour de Francia o adentrarse en el esquí alpino.

La ciudad de los Ángeles, Estados Unidos, realizará por tercera vez los Juegos Olímpicos de verano, del 14 al 30 de julio de 2028 (ya había sido sede en 1932 y 1984). No obstante, Coen Bongers en From Tokyo to Paris to Los Angeles and beyond: Preparing athletes to face the heat of a warming world *** , prevé unos juegos muy problemáticos por las posibles condiciones climáticas que afrontarán las delegaciones. Los Ángeles -y por extensión el Estado de California-, ya de por sí con antecedentes de incendios forestales y estrés hídrico, muy probablemente ambiente un escenario con temperaturas y humedad mucho más altas de las que se quejaba el tenista ruso Daniil Medvedev en Tokio.

De igual modo, las disciplinas deportivas que se disputan al aire libre o sobre césped en países con cuatro o dos estaciones están siendo impactadas por el cambio climático. En el artículo Endurance athletes and climate change **** , de la autoría Andrew Nowaka y sus colegas, se registran las cancelaciones de las Grandes Ligas de Béisbol y la Liga Nacional de Fútbol Americano durante el huracán Harvey en 2017 y el registro de temperatura récord en las Pruebas Olímpicas de Atletismo de Estados Unidos en junio de 2021: el índice de calor superó los 42.2 °C (109°F) y las temperaturas de la superficie irradiadas desde la pista sintética excedieron los 65.6 °C (150°F).

Las repercusiones de estas condiciones suponen daños fisiológicos, el incremento de los costos de la actividad física amateur y competitiva (más uso de aires acondicionados y consumo de hidratantes, verbigracia), así como el deterioro del juego en sus aspectos físicos, tácticos, técnicos, cognitivos y estéticos. Según Nicolás Kristof, columnista del New York Times, cuando sube el mercurio a los 95 grados Fahrenheit (35 grados centígrados) los tenistas incrementan la probabilidad de una doble falta y los peloteos son más cortos. Así fue en la final del partido de la Copa Sudamericana de fútbol que ganó Racing de Avellaneda de Argentina 3×2 a Cruzeiro de Brasil en Asunción, la capital paraguaya, el pasado 23 de noviembre de 2024. Con 34 grados Celsius (93,2°F), una sensación térmica de 40° (104°F) y 47% de humedad en primavera, los jugadores tuvieron que hidratarse permanentemente para salvar el espectáculo de los constantes errores en el desarrollo del juego y los semblantes desfallecidos de los futbolistas en la segunda parte del encuentro.

Consecuencias fisiológicas

Según Coen Bongers, los atletas de resistencia entrenan y compiten principalmente al aire libre, por lo que se ven perjudicados por las transformaciones medioambientales. En concreto, el clima extremo les puede provocar enfermedades por calor, enfermedades pulmonares por la contaminación del aire y un mayor riesgo de infecciones transmitidas por garrapatas y mosquitos a causa de las alteraciones del hábitat.

Las condiciones cálidas y la alta sudoración producen hipohidratación con la consecuente merma del rendimiento en ejercicio de resistencia, aumento de la utilización del glucógeno muscular (mayor gasto de energía ante la reducción de la eficiencia cardiovascular) y acumulación del lactato en los músculos como desecho (el lactato almacenado produce la sensación de fatiga y ardor). Además del deterioro de las respuestas fisiológicas, el cansancio afecta la percepción del deportista, a tal punto que siente desmotivación para seguir realizando actividad física.

Los entornos cálidos y secos también acrecientan la gravedad de los incendios forestales, lo cual altera los patrones climáticos con material particulado y provoca la contaminación del aire y los problemas pulmonares. Las partículas más grandes (2.5−10 mm) se han asociado con un aumento de los diagnósticos de asma y visitas a urgencias por exacerbaciones agudas.

La enfermedad de Lyme, cuyos síntomas son sarpullido, fiebre, escalofríos, fatiga, inflamación de los ganglios linfáticos, dolor de cabeza, muscular y articular, es la patología más común transmitida por garrapatas, y el cambio climático está expandiendo la geografía que alberga estas especies portadoras del agente infeccioso, la bacteria Borrelia Burgdorferi.

De acuerdo con el estudio Climate impacts in sport: extreme heat as a climate hazard and adaptation options *****  atletas de Canadá, al ser consultados mediante un cuestionario, reportaron que los efectos más frecuentes de las altas temperaturas fueron la deshidratación (36%), golpe de calor/agotamiento (24%) y calambres musculares (16%). Los menos comunicados se referían a la ampliación del potencial de lesiones, dificultades para respirar y quemaduras por el césped caliente, entre otros.

Otro aspecto menos investigado, pero que preocupa a los médicos, es la muerte súbita del atleta, debido a los golpes de calor por esfuerzo. Según A. Bouchama y sus colegas, ya se encuentra entre la tercera causa más importante de fallecimiento durante la actividad física intensa. También han hipotetizado sobre la correlación entre calor y dificultades para conciliar el sueño en el artículo Classic and exertional heatstroke ****** .

Disminución del disfrute

Un aspecto que inquieta en el presente y futuro cercano es la disminución del disfrute y la motivación para el ejercicio, especialmente el que se lleva a cabo al aire libre. Las temperaturas extremas, las amenazas de diluvios y huracanes están induciendo a que las personas se resguarden en sus casas conectadas a las redes sociales y a la televisión. Los más afortunados podrán pagar un gimnasio con aire acondicionado o equipar la vivienda con máquinas de fitness más caras, pero esas alternativas no resuelven el problema de la mayoría para la que resulta económicamente inviable ese estilo de vida.

De hecho, el Informe sobre la situación mundial de la actividad física 2022 de la OMS estima que entre 2020 y 2030 se producirán casi 500 millones de nuevos casos de enfermedades no transmisibles (ENT) por el sedentarismo, e implicará un costo total de 300 mil millones de dólares estadounidenses anuales en tratamientos médicos. Casi la mitad de esos casos de ENT, agrega la OMS, 47% serán consecuencia de la hipertensión y el 43% de la depresión. Las tres cuartas partes de los casos corresponderán a países de ingreso bajo y mediano alto, en tanto que la mayor erogación se generará en los países de ingreso alto, que representarán el 70% del gasto en atención de salud para el tratamiento de las patologías derivadas de la inactividad física.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demostrado que las personas que cumplen con un ejercicio recomendado tienen un riesgo entre un 20% y un 30% menor de muerte prematura, del 7 al 8% de enfermedades cardiovasculares, depresión y demencia y en torno al 5% de diabetes tipo 2. El ejercicio es igualmente beneficioso para la prevención del deterioro cognitivo y los síntomas de depresión y ansiedad, la reducción del riego de padecer varios tipos de cáncer, especialmente el de mama y colon. También mejora el rendimiento escolar de los niños, fortalece los músculos y huesos, y contribuye a prevenir caídas entre las personas mayores.

Huella energética y exceso de competencias

Muchas ciudades siguen la tendencia mundial de convertirse en ciudades deportivas y, por ello, se pelan con otras ser la sede de torneos y competencias de distintas disciplinas deportivas infantiles, juveniles y de mayores, femeninas, masculinas, con el propósito de activar económicamente la localidad, mediante la llegada de los deportistas, sus comitivas y turistas que invierten dinero en hoteles, comidas y otros rubros.

Sin embargo, dos factores, uno humano y otro ambiental, se deterioran con esta estrategia comercial. El humano se refiere a la sobrecarga del calendario competitivo de los atletas, a quienes les queda poco espacio para el entrenamiento y la recuperación. El ambiental, consiste en los desplazamientos en transportes carburados, el consumo de recursos naturales, la emisión de carbono a la atmósfera y la mala gestión de los residuos.

El paradigma de esta doble circunstancia es el fútbol. Joseph Blatter, expresidente de la FIFA en declaraciones al periódico suizo Watson admite que convirtió a la FIFA en un monstruo, una máquina de hacer dinero: “Hoy hay una Liga de Campeones con 36 equipos, una Liga Europa con 36, una Liga de Conferencia con 36. Y luego está la Liga de Naciones. Y en la próxima Copa del Mundo, en 2026, ya participan 48 países. Además, habrá la Copa Mundial de Clubes de la FIFA con 32 equipos a partir de 2025. Todo el mundo aplaude porque hay mucho dinero, pero esta sobresaturación lleva a una disminución del interés por el fútbol”.

Y cuando el periodista Henry Habegger le pregunta: “a dónde va el fútbol”. Responde: “Por el momento, las cosas van en la dirección equivocada en casi todas partes. Las entradas son cada vez más caras. Con el aumento de la comercialización, hay más violencia en todos los niveles, dentro y fuera de la cancha. En lugar de seguir siendo lo que era, un activo sociocultural, un lugar donde se aprende a ganar, pero también a perder, el fútbol se está convirtiendo cada vez más en un campo de batalla en todos los aspectos”.

El deporte también mantiene una relación conflictiva con los recursos naturales, particularmente con el agua, y con la producción de un aire menos contaminado, pero hay varios estudios que apuntan a paliar los daños que la actividad física profesional y amateur producen al medio ambiente. ¿Cuántos litros de agua requiere un campo de críquet o de fútbol? ¿Cuáles son los países más peligrosos: los que tienen altos índices de homicidios o los que más emiten gases de efecto invernadero? ¿Qué propuestas existen para que el deporte, no sólo se adapte al cambio climático, sino que lo mitigue eficiente y efectivamente? Estos temas se abordarán en la próxima edición de Agon&Areté.

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* Una visión de conjunto: un programa de investigación para la sociología del deporte y el cambio climático.

** Cambio climático versus deportes de invierno: ¿puede el activismo climático de los atletas cambiar el resultado?

*** De Tokio a París y hasta Los Ángeles y más allá: Preparando a los atletas para enfrentar el calor de un mundo en calentamiento.

**** Atletas de rendimiento y cambio climático.

***** Impactos climáticos en el deporte: el calor extremo como riesgo climático y opciones de adaptación.

****** Golpe de calor clásico y por esfuerzo.

Agon y Areté
Soy Sandro Angulo Rincón, colombiano, periodista y profesor universitario. Investigo, practico en forma amateur y consumo deportes. Aspiro a producir piezas periodísticas de calidad y obtener la retroalimentación de los lectores para que Agon & Areté crezca entre distintos públicos de habla española, inglesa, portuguesa y árabe.

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