Esta es la primera entrega de la relación entre migración y deporte en el mercado global de atletas
Por: Sandro Angulo Rincón
Simbad partió de Bagdad en su pequeño barco de madera hasta llegar a la China. En ese recorrido se encontró con especies mágicas, descubrió nuevas tierras, se enfrentó a múltiples adversidades, aprendió otros idiomas y se adaptó a la forma de pensar y actuar del extranjero. Esta síntesis de la travesía de Simbad “El Marino”, personaje ficticio que hace parte Las mil y una noches, es una paráfrasis del emigrante moderno. Así lo dice Fatima Mernissi (1940-1975), escritora, socióloga e historiadora marroquí, en el documental Voces contra la globalización de la televisión española: Simbad es la representación de la persona que tiene que viajar, arriesgar su vida y vivir en lugares culturalmente desconocidos porque en el trato con el forastero es que puede hallar fortuna.
Siempre ha habido flujos migratorios, pero a partir de la década del 90, con el auge de la globalización, hombres, mujeres y niños se desplazan hacia aquellos países, especialmente los del norte, donde hay esperanzas de un futuro más halagüeño. Lo hacen con base en los datos de familiares y amigos que llegaron a la “tierra prometida” y en las informaciones -a veces distorsionadas- de los medios de comunicación que transmiten imágenes de riqueza, statu quo, paz, bienestar e inclusión. Ciertamente, el informe de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) indica que en el 2020 hubo 281 millones de migrantes internacionales, el 2,8% de la población mundial, los cuales enviaron 702.000 millones de dólares estadounidenses en remesas.
Los deportistas ya formados en el alto rendimiento suelen viajar sin restricciones internacionales. No como ocurre con otras personas expulsadas por la violencia, la discriminación, la pobreza, la persecución, los desastres naturales (muchos provocados por el cambio climático), provenientes de naciones de ingresos bajos y medios, que arriesgan la vida en los mares y en los puestos fronterizos como el de Melilla, ciudad española que limita con Marruecos; el tapón del Darién, selva tropical entre Colombia y Panamá, y el área entre Eagle Pass, Texas (Estados Unidos) y Piedras Negras, estado de Coahuila (México).
Los atletas que emigran usualmente se clasifican dentro de estos escenarios: (1) los que desertan después de participar en otras naciones donde se llevaron a cabo torneos o campeonatos de importancia regional u orbital; (2) sus padres ingresaron ilegalmente poniendo en riesgo su integridad física por las condiciones climáticas, las deportaciones con procedimientos contrarios a los Derechos Humanos o los abusos de “coyotes” (traficantes de personas) y (3) los que consiguen un contrato de trabajo deportivo.
Escenario 1: la diáspora cubana
Desde 1961, año en el que se abolió el deporte profesional con la llegada de la revolución de Fidel Castro, Ernesto “El Che” Guevara y Camilo Cienfuegos, hasta el 2023, los atletas cubanos han sido los mejores exponentes latinoamericanos en los Juegos Olímpicos de la era moderna. Han cosechado 84 medallas de oro, frente a las 37 de Brasil. Sin embargo, con la caída del bloque soviético en 1991, la consecuente suspensión del apoyo económico de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el inicio del Periodo Especial (crisis económica y escasez severa) y la inflexibilidad del modelo económico y político del régimen cubano, han provocado la huida sostenida y en masa de sus competidores de élite. En tal sentido, El Diario de Venezuela estima que en los últimos 10 años han desertado 800 deportistas de la isla.
Por su parte, los periodistas Jorge Carlos de la Paz y Enrique Torres del periódico El Toque detallan la larga lista de escapes desde la década del 90. Informan que el primero de ellos fue la del beisbolista René Arocha, en 1991, quien abandonó la delegación en una escala técnica en Miami, luego de un partido amistoso en Tennessee entre la selección cubana y la selección estadounidense.
Y una de las más dolorosas para la Revolución la protagonizó el boxeador Guillermo Rigondeaux, bicampeón olímpico y mundial en los 54 kilogramos. La huida del púgil se produjo en los Panamericanos de Río de Janeiro en el 2007, pero al poco tiempo de hacerlo fue arrestado y deportado a Cuba. Como castigo, nunca más pudo subir al ensogado a representar a la selección nacional, y hasta Fidel Castro le dedicó unas palabras: “El atleta que abandona su delegación es como el soldado que abandona a sus compañeros en medio del combate”. Sin más oportunidades, huyó a los Estados Unidos en 2009, donde realizó una exitosa carrera como boxeador profesional.
En los recientes Juegos Panamericanos en Santiago de Chile 2023, seis hockeyistas y un atleta desertaron. La televisión chilena informó así el hecho.
Este escenario migratorio trae consecuencias nefastas para la nación que pierde a sus competidores de alto rendimiento. En el caso cubano, es particularmente incómodo que sus peloteros escapen para hacer parte de los equipos de la MLB (Major League Baseball) de los Estados Unidos, el contradictor histórico, puesto que van a producirles a las franquicias de béisbol lo que el comunismo detesta: plusvalía, acumulación y capital.
Además, en cualquier disciplina deportiva supone:
- Desperdiciar recursos invertidos en formación de atletas.
- Perder talento y experiencia.
- Deterioro de la imagen y prestigio del deporte nacional.
- Desmotivación para los que permanecen.
- Retroceso para la economía al no recibir dinero por patrocinios.
Según Thomas F. Carter, autor del artículo Family Networks, State Interventions and the Experience of Cuban Transnational Sport Migration (Redes familiares, intervenciones estatales y la experiencia de la migración deportiva transnacional cubana), el Estado cubano, tratando de disminuir la diáspora de los deportistas, permite que ese talento sea contratado internacionalmente, siempre que una gran parte de los dineros -cerca del 80 u 85%- entre a las arcas de la hacienda pública. No obstante, el atleta prefiere desertar de la isla y de la burocracia estatal porque prima la libertad y el bienestar económico propio y familiar (al redactar este artículo, Cuba había pedido por primera vez ayuda al Programa Mundial de Alimentos de la ONU, ante la falta de leche y harina de trigo).
En la segunda entrega hablaremos de los otros dos escenarios: los padres que arriesgan la vida para darle mejores horizontes a sus hijos, futuros deportistas de élite, y atletas que emigran con contrato de trabajo. Citaremos los casos de Francia, Estados Unidos, México, España, Chile y Fiyi. Queremos conocer tu opinión. Escríbenos en la caja de comentarios y síguenos en Facebook, Twitter o YouTube.