El arte violento del boxeo: entre la estética y la crueldad letal

El arte violento del boxeo: entre la estética y la crueldad letal

“El boxeo es un deporte revestido de un halo de solemnidad y atractivo.
Esconde un elemento mágico que convierte su contemplación
en una experiencia sensitiva, creando imágenes mentales que se
graban indeleblemente en la memoria.
Es estético, equilibrado, preciso y complejo, y, practicado con pulcritud,
conecta con rincones primigenios del cerebro, en los que reside
la capacidad de fascinación humana ante la armonía violenta de la naturaleza”.
Sergio Guadalupe Alarcón
Historias del cuadrilátero. Grandes historias del boxeo
T&B Editores (2011)

Por Sandro Angulo Rincón
“¡Oh!, se acabó!, ¡Dios mío!, ¡suban al médico!, ¡qué nocaut! Estas fueron las sobrecogedoras palabras del mexicano Salvador “Chava” Rodríguez, comentarista de boxeo de Espn. Él seguramente habrá visto espectaculares derrotas de pugilistas por la “vía del cloroformo”, pero no tan dramáticas como la que le propinó el cubano Osleys Iglesias (26 años) al ruso Evgeny Shvedenko en Canadá, el 6 de junio de 2024.
Un gancho de mano derecha impactó entre el hueso temporal y parietal izquierdo del ruso de 33 años cuando apenas transcurrían 2 minutos 48 segundos del primer asalto de un combate pactado a 12. El boxeador cayó a la lona y su cuerpo convulsionante horrorizaba a los espectadores del Casino Montreal y a los televidentes que seguíamos la transmisión en vivo.

(Precaución: video con imágenes impactantes).

Las imágenes de Shvedenko con la cabeza paralizada y las extremidades realizando movimientos erráticos activan el viejo debate sobre la crueldad de este deporte y riñen con la frase de Sergio Guadalupe Alarcón al inicio de este reportaje cuando describe al boxeo como un deporte estético, pulcro fascinante y armónicamente violento.

Iglesias (12 peleas, 12 ganadas, 11 por KO) retuvo el título de los superligeros de la Organización Internacional de Boxeo (76 kilogramos) y se ubicó en el noveno puesto del ranking de la categoría. Shvedenko (16 combates, 7 por KO, dos perdidas y 1 empate) tendrá que pasar por múltiples exámenes médicos para saber si puede continuar en el pugilismo o si debe retirarse para evitar secuelas.

En este reportaje reseño el cálculo de la velocidad, potencia y fuerza de los golpes, las estadísticas de su letalidad y las principales lesiones neurológicas y no neurológicas en los peleadores. Más adelante reflexiono sobre las reformas al reglamento y las causas de por qué este deporte no se detiene, a pesar de las críticas.

Lesiones graves y letalidad en el boxeo

El estudio realizado por Andrew Jovanovski y Brad Stappenbelt en la investigación titulada Measuring the Boxing Punch: Development and Calibration of a Non-Embedded In-Glove Piezo-Resistive Sensor (Medición del golpe en el boxeo: desarrollo y calibración de un sensor piezoresistivo no incrustado en el guante) identificó que la fuerza de impacto media de un puño con guante lanzado por pugilistas novatos fue de 2.310 KN con una desviación o variabilidad estándar de ± 3,280 kN (KN, abreviatura de Kilo Newton, unidad de medida de fuerza en el Sistema Internacional de Unidades, SI). Los autores agregan que el éxito de la pegada depende de una combinación de velocidad, potencia y fuerza, más confianza como componente psicológico, precisión, alto consumo de oxígeno y una pulida técnica.

En los atletas profesionales, el golpe puede oscilar entre los 2.500 y 5.000 Kilo Newtons. En perspectiva, es lo que una persona experimenta en un choque automovilístico a una velocidad de 50-60 km/hora contra un objeto sólido sin airbags o cinturón de seguridad, produciéndole fracturas óseas, hematomas, lesiones cervicales o daño cerebral considerable.

Ahora bien, la exposición reiterada de golpes y un particular estado de vulnerabilidad físico y mental, puede ocasionar la muerte o dejar secuelas irreversibles. No hay una cifra exacta, pero los datos más conservadores indican que desde el año 1900 hasta nuestros días han fallecido 600 boxeadores dentro del cuadrilátero, horas o días después de un pugilato.

Respecto a los daños más comunes y permanentes del boxeo, éstos se pueden clasificar en neurológicos y no neurológicos (ver fotomontaje).

Fuente: elaboración propia

Daños neurológicos

Según el médico Barry D. Jordan, autor del artículo Brain Injury in Boxing (lesiones cerebrales en el boxeo), los neurológicos abarcan la lesión cerebral traumática aguda (LCTA) y la lesión cerebral traumática crónica (LCTC).

La LCTA es el resultado neurológico inmediato de un traumatismo directo en la cabeza y la más habitual en el boxeo es la conmoción cerebral, la cual se produce cuando el cerebro choca con las paredes del cráneo. El gancho de derecha que impactó en el temporal y parietal izquierdo del ruso Evgeny Shvedenko, le desencadenó una convulsión tónico-clónica o “convulsión del gran mal”, que consiste en una crisis epiléptica de dos fases: La fase tónica, caracterizada por la contracción sostenida de los músculos del cuerpo. La persona pierde el equilibrio, cae al suelo y la respiración puede detenerse temporalmente debido a la rigidez de los músculos respiratorios, lo que puede causar cianosis (coloración azulada de la piel por la falta de oxígeno). La fase clónica se observa con sacudidas musculares rítmicas y repetitivas, junto con contracciones y relajaciones rápidas que pueden ser violentas o descontroladas.

La conmoción cerebral puede ser leve, moderada o grave y presentar síntomas cognitivos (amnesia, confusión, inconsciencia, desorientación, nebulización), del comportamiento (irritabilidad, retraso psicomotor, alteración del sueño, ansiedad/nerviosismo, fatiga) y físicos (dolor de cabeza, mareos/vértigo, coordinación deteriorada, mirada vacía).

Un caso de síntomas cognitivos fue el documentado por J. L. Blonstein y Edwin Clarke en Further Observations on the Medical Aspects of Amateur Boxing (Observaciones adicionales sobre los aspectos médicos del boxeo aficionado), en el que un boxeador completó su combate y lo ganó en una decisión por puntos, aunque sorprendentemente tuvo amnesia durante toda la confrontación. Había recibido varios golpes en la mandíbula, pero no se había caído y su condición era estable a pesar de que no recordaba lo sucedido en el ring.

La lesión cerebral traumática crónica (LCTC), también conocida como demencia pugilística o síndrome del “punch borracho”, es la consecuencia neurológica acumulativa a largo plazo de golpes repetitivos con y sin conmoción cerebral. Este síndrome fue descrito por primera vez en la literatura científica por el doctor Harrison Martland en 1928, cuando diagnosticó a un boxeador retirado de 38 años con párkinson avanzado, ataxia (falta de coordinación muscular, del equilibrio y control de los movimientos voluntarios), disfunción del tracto piramidal (incapacidad para realizar movimientos precisos y finos) y cambios de comportamiento. Esta condición clínica se registra en peleadores retirados o que están al final de su carrera, lo cual representa el desafío más difícil de seguridad y tratamiento eficaz en el boxeo moderno.

La LCTC consiste en un deterioro del sistema motor y conductual. En el sistema psicomotor, el atleta presenta manifestaciones tempranas de párkinson, incoordinación leve, temblor y disartria (trastorno del habla). En el sistema conductual, muestra arrebatos violentos, psicosis, paranoia, hipersexualidad, desinhibición, comportamiento morboso e hipomanía (euforia leve). Estos síntomas suelen aparecer después de los 28 años, cuando transcurren más de 10 años de carrera profesional o de haber tenido más de 150 peleas.

Mohamed Alí ilustra el pugilista que arrastró secuelas graves en su vida profesional. En el documental Thrilla in Manila, que describe su tercer combate contra Joe Frazier en 1975, el periodista pregunta a Ferdie Pacheco, médico de Alí, “qué pasó con él después de esa pelea”. Responde “fue el final de su carrera, no debió volver a pelear, pero quería seguir, los musulmanes y Angelo Dundee (el entrenador) querían que siguiera, todo el mundo quería que siguiera, excepto yo; Alí orinaba sangre, no podía caminar, hablar, ni ver bien, no podía pasar un examen de verdad si alguien se lo hubiera hecho”.

Estas condiciones clínicas preocupantes podrían minimizarse si a los boxeadores se les realizaran exámenes neurológicos antes y después de una pelea para identificar a los individuos predispuestos a sufrir una lesión cerebral catastrófica aguda y probablemente crónica. Lamentablemente, sólo se hacen una vez como requisito para que adquieran la licencia profesional o cuando accidentes en el cuadrilátero, como los antes reseñados, ya se han consumado.

Daños no neurológicos

De acuerdo con Domenic Colletta, autor del artículo Nonneurologic Emergences in Boxing (Urgencias no neurológicas en el boxeo), las emergencias más comunes son:

Sangrado por laceraciones: es la más usual después de la conmoción cerebral. El sangrado por laceraciones en forma subcutánea o hematoma no constituye una emergencia que ponga en peligro la vida. No obstante, si esa herida está ubicada en un lugar que obstruye la visión del atleta, lo vuelve más vulnerable y podría convertirse en una condición médica extremadamente peligrosa.

Fracturas: las fracturas que afectan el hueso de la mandíbula no son una ocurrencia infrecuente en el boxeo y representan un peligro potencial al obstruir las vías respiratorias. Una fractura nasal no suele ser motivo suficiente para detener una pelea, sin embargo, la epistaxis grave (sangrado nasal persistente y severo), con posibilidad de aspiración de sangre en la laringe y la garganta, puede provocar problemas respiratorios.

Aunque no son habituales, un puñetazo en la parte anterior del cuello puede fracturar la laringe que se diagnostica por la presencia de enfisema subcutáneo, ronquera y dificultad para respirar. La fractura de una vértebra por una pegada fuerte es muy dolorosa. Aunque no es una complicación mortal, sí pueden existir lesiones de consideración cuando son fracturas costales de la caja toráxica inferior izquierda que afectan el bazo.

Lesión hepática: provocada por un gancho curvo o un gancho ascendente (uppercut) es una lesión extremadamente dolorosa al punto de causar debilidad en las piernas y dificultad respiratoria. Golpear el hígado es devastador porque este órgano está recubierto por una cápsula de nervios que envían información al sistema nervioso autónomo. Por ello, cada vez que se recibe un puño en esa zona se produce un repentino cambio de presión que activa todas estas conexiones nerviosas, generando una cadena de reacciones químicas y eléctricas que acaban con el adversario en la lona retorciéndose de dolor.

Lesión en el riñón: la contusión renal acontece por un golpe directo en el flanco del abdomen, entre la caja toráxica y la pelvis. Una consecuencia probable es la orina con abundante sangre y requiere de exámenes urgentes para prevenir o descartar un daño renal.

Plexo solar o boca del estómago: un puñetazo recto o curvo al plexo solar produce pérdida del aliento, dolor intenso, debilidad general, desorientación, náuseas y vómitos.

Trauma ocular: Según Gustavo Corrales y Anthony Curreri, autores de EyeTrauma in Boxing (Trauma ocular en el boxeo), el traumatismo ocular se encuentra en el 66 al 76% de los boxeadores asintomáticos. Además, alrededor del 21% al 58% de los peleadores tienen problemas graves que amenazan la visión. Los traumas concurrentes son desgarros y desprendimientos de retina, lesiones maculares y de ángulo, cataratas e, inclusive, rotura de globos.

Por eso, la Academia Estadounidense de Oftalmología ha sugerido algunas reformas a este deporte para mitigar estas patologías. Entre ellas, las de hacer exámenes ópticos antes de obtener la licencia y luego de un año de dedicación a esta disciplina, seis combates o dos derrotas. Asimismo, recomienda eliminar el pulgar de los guantes de box, ya que se ha demostrado que, por su reducido tamaño, es capaz de impactar la órbita ocular y causar más daño.

¿Por qué no se detiene?

Thomas Hauser, periodista estadounidense, publicó en 1986 el libro The Black Lighs: Inside the World of Professional Boxing (Las luces negras: dentro del mundo del boxeo profesional), en el que hace eco de las críticas que este deporte recibía en Estados Unidos en la década de los 80. Hauser se unió al campo de entrenamiento del peso superligero Billy Costello para conocer la intimidad de este negocio cruel y explotador. Peleas sanguinarias que son más importantes que la vida del boxeador, así como los sacrificios que deben pasar para ganar, son algunos de los temas narrados en la obra.

Fuente: Pinterest

La brutalidad del boxeo (la disciplina deportiva que más ha sido llevada al cine) fue retratada en la película Toro salvaje (1980), protagonizada por Robert De Niro. En este largometraje se muestra cómo los pugilistas tienen que someterse a dietas y entrenamientos inhumanos, y cómo sufren de adicciones y problemas mentales durante la derrota y el retiro. La escena de De Niro (que encarna la vida real del púgil Jake LaMotta), rogando por un poco de agua en una sauna donde buscaba deshidratarse para bajar rápidamente al peso de la categoría, es conmovedora.

Los cambios en el reglamento para hacerlo menos violento han sido motivados por la fatalidad y no tanto por la evidencia científica y el sentido común. Una de esas modificaciones trascendentes ocurrió tras la trágica muerte del coreano, Duk Koo Kim de 27 años, quien fue derrotado por nocaut en el round 14 ante el estadounidense y campeón mundial del momento, Ray “Boom Boom” Mancini, el 13 de noviembre de 1982 en el Caesars Palace de Las Vegas.

Duk Koo Kim -wikipedia.

El coreano aún inconsciente fue llevado de urgencia al hospital, donde cuatro días después falleció por un coágulo cerebral y un derrame masivo. Mancini se retiró luego de ese infortunio con apenas 21 años. “Él murió una vez y yo sentí que moría todos los días”, dijo a la prensa. Pero esa desgracia no paró ahí: a los tres meses la mamá de Koo se suicidó y al año siguiente el árbitro de la pelea, Richard Greene, también se quitó la vida. Por ello, el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) disminuyó a 12 el número de asaltos, pues la ciencia ya advertía que con más minutos de pugilato el alto nivel de deshidratación en el ser humano, combinado con fatiga y golpes, era mortal.

Entonces, con todos estos antecedentes ¿por qué no se detiene? Quizás la pregunta correcta es ¿por qué nos gusta? El boxeo profesional no es practicado por hijos de familias ricas, sino por el joven del gueto de los países del norte, el de bajos ingresos de los países del sur, los que quieren trascender, ser famosos, sin las privaciones de la infancia.

Aunque el pugilismo premia con creces a las superestrellas, como al mexicano Saúl “El Canelo” Álvarez que gana 35 millones dólares por pelea, gane o pierda, lo usual es que el principiante deba conformarse con 200 dólares.

Además, es indiscutible que el boxeo, desde que se profesionalizó en Inglaterra en el siglo XIX, se ha convertido en una fuente de lucros factibles, de la que beben promotores, medios de comunicación, entrenadores y atletas. Sin embargo, su existencia no sería posible sin las  fascinaciones por el peligro, la victoria y la muerte, pulsiones primigenias que radican en el ser humano y que transforman su naturaleza violenta en placer estético al alcance de cualquier espectador.

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Agon y Areté
Soy Sandro Angulo Rincón, colombiano, periodista y profesor universitario. Investigo, practico en forma amateur y consumo deportes. Aspiro a producir piezas periodísticas de calidad y obtener la retroalimentación de los lectores para que Agon & Areté crezca entre distintos públicos de habla española, inglesa, portuguesa y árabe.

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