El fútbol cinematográfico

El fútbol cinematográfico

A propósito del artículo Más que un juego: el encanto profundo de los deportes en las audiencias, el profesor Ricardo Andrés Pérez de la Universidad del Tolima, nos envía una crónica biográfica sobre por qué le gusta practicar el fútbol y por qué este deporte es tan atractivo desde el punto de vista audiovisual.

Por Ricardo Andrés Pérez

Para empezar, debo resaltar que en mi caso el fútbol es un placer de la vida, por lo tanto, una pasión. Por eso desde pequeño jugaba en los potreros, en las calles, y en canchas polvorientas como las del parque Timiza, el barrio en el que crecí en la ciudad de Bogotá. Mi papá también jugó mucho fútbol de barrio con el Deportivo San Francisco en la ciudad de Bucaramanga, Colombia.

Jugaba Chuties, Microfútbol, Banquitas, Metegol-tapa, Picaditos, de todas aquellas variantes que se atravesaran en tanto su origen y esencia fuese el fútbol. Jugábamos con pelotas, balones armados (hechos en casa), oficiales (profesionales), de todos los tamaños, lo que se consiguiera, lo importante era empezar el movimiento, el reto y patear.

Cuando estudiaba en la Universidad Nacional (U.N.) continué con mi carrera futbolística porque estudié la carrera de “Fútbol”, Cine y Televisión, ya que gran parte de la carrera jugamos picados de fútbol en los potreros, campos o canchas que pululaban en las inmediaciones del edificio de la Escuela de Cine y Televisión, que era uno de los sitios más alejados de cualquiera de las porterías de acceso a la U.N. Era una fiebre absoluta que no se detenía, así como la pasión que me llevó a estudiar cine.

En cualquier caso, hay que aclarar que el placer definitivo para mí era y es jugarlo; al observarlo disminuye la pasión a no ser que forme parte del equipo que estoy observando, o que imagine mi participación perfectamente.

El fútbol, como el cine, es imagen en movimiento visual y sonora, por lo tanto, es un hecho cinematográfico, es decir, como el cine, el video y, en general, lo audiovisual, el fútbol tiene un componente que atrapa la percepción a partir del movimiento visual y sonoro y que es ilusión, de modo similar a lo que acontece con lo que veamos a través de pantallas análogas o digitales; porque nuestra percepción de movimiento ocurre con base en la  persistencia retiniana, fenómeno perceptivo por el cual nuestro cerebro retiene una  imagen y completa las partes que no están presentes, creando la ilusión de movimiento pues en un dispositivo audiovisual no está la total captura de movimiento, sino imágenes fijas o campos que nuestro cerebro rellena con lo faltante cuando dos o más imágenes son muy cercanas en lo que describen entre sí en fracciones de segundo. De allí el manejo de los 8, 16 y 24 cuadros por segundo en la tecnología análoga del cine; y los 25, 30 o más campos en la tecnología electromagnética y luego en la digital del video.

Al jugar el fútbol muchas veces tenemos que imaginar dónde va el balón, saltar con la improbabilidad de capturarlo, imaginar un trayecto porque los rivales o compañeros lo tapan, pues no se puede ver en todo momento dónde está el balón por su velocidad; el caso es que también imaginamos por dónde va e imaginamos que vamos a construir la mejor e increíble jugada de la vida, el superior dribbling (regate), el túnel, la cuca (pasar el balón por en medio de las piernas del jugador contrario), el caramelo para endulzar y engañar al rival, el pase preciso y goleador, la medida perfecta de tiempo y distancia para que el delantero llegue y con suave toque la acomode en el lecho amatorio del balón como es la malla del arco rival. Las tres dimensiones del hecho cinematográfico se presentan en el fútbol, las de Tiempo, Espacio y Movimiento, que nos dan las jugadas y relatos de realidad y de fantasía. El fútbol y la vida se combinan para conformar el arte.

En el juego del fútbol hay escucha, hay acción y entonces reacción que forman parte de los elementos fundamentales para la actuación en la construcción de una escena. Tiene gran espontaneidad, puede ser la creación de momentos únicos e irrepetibles a pesar de que esos momentos los reproduzcamos una y otra vez en la pantalla. Ese momento único es el de una jugada en el fútbol como la jugada del gol de Albeiro Usurriaga (delantero de la selección Colombia, figura en Independiente de Avellaneda de Argentina y Nacional de Medellín) para empatar ante Israel en 1989 y así poder clasificar al mundial de Italia 90: momento único e irrepetible.

Para el juego del fútbol hay una puesta en escena con once actores de lado y lado y con unos reglamentos que muchas veces son birlados; hay una táctica y estrategia para cada equipo, pero en el fútbol de barrio sin entrenador, esto no es muy preciso. De cualquier manera, haya o no haya entrenador hay uno o varios líderes en el equipo que conformarán una táctica, una estrategia y un estilo de juego, y entonces vendrá la pasión del juego, el enfrentamiento que es metáfora de luchas en la vida en las que se puede ser leal o no. Ahí entra la jugada ingeniosa, la inteligencia y el cuerpo, la picardía y el amague, el pase inesperado, la agilidad física y mental, la imaginación y la improvisación genial que llevan a vencer con un mejor juego, pero hasta que no haya gol nada estará confirmado. Se pueden hacer las mejores jugadas, un despliegue artístico con la esférica, pero hasta que el mundo (o la esférica) no pegue contra las mallas entre los tres palos, no habrá clímax, ni el éxtasis de la victoria.
El fútbol puede ser ficción, documental, spleen (melancolía, introspección), aburrimiento total, transacción monetaria o poesía. El mejor es el que es ficción, documental y poesía.
El fútbol ha sido registrado por los aparatos que capturan movimiento desde los años 20 del siglo XX, con la película alemana “Los once diablos” (Die elf teufel) (1927), de Zoltan Korda, en la que ya se vislumbra el drama común de los ricos vs pobres, en este caso en un campo de juego.

Se pueden recorrer muchas películas que toman el fútbol o tratan sobre fútbol, pero también hay determinadas películas cuyos dramas toman otras esferas del ser humano, pero que en  un momento dado muestran cómo el fútbol es escape y gozo, pasión y gloria, como en la película de Akhenaton y Kamel Saleh, titulada “Como un imán” (2000), en la que muestran la vida de unos jóvenes en un barrio popular de Marsella (Francia) de los cuales varios terminan muertos y antes del final hay una poética escena del recuerdo de cuando todo el grupo de jóvenes jugaba fútbol en la playa, siendo este precisamente un momento feliz y alegre de sus cortas vidas, ya que unos mueren inmersos en jugueteos con la delincuencia.

También pasa para una familia que se recompone en medio de una comuna libertaria de los años 70 en Suecia en la película “Juntos” (2000), de Lukas Moodison, en la que después de dejar un marido abusivo hincha de la selección y de un equipo local, una mujer y sus hijos encuentran una nueva y variada familia en la comuna y el sello de esa unión es un partido de fútbol en la nieve en el que todos juegan para sanar las heridas.

En la filmografía argentina está la película “Pelota de trapo” (1948), de Leopoldo Torres Ríos, en la que en un barrio popular nace el equipo Sacachispas de sólo niños, y entre ellos el Comeuñas que cuando crece se convierte en un crack de la liga nacional, pero sabrá que por su corazón tendrá los días contados para estar en el fútbol profesional. Esta película muestra la propia vida de los niños de tantas de nuestras barriadas latinoamericanas que crecen jugando en todos los potreros y con el sueño de convertirse en grandes futbolistas.

Entre los héroes legendarios del fútbol brasileño no puede olvidarse Garrincha, a quién el director Joaquim Pedro, le hizo el documental “Garrincha, la alegría del pueblo” (1962), en el que se ven a blanco y negro sus maravillas fintas, regates, dribblings, que hacía en incansables carreras en las que se devolvía y dejaba aniquilados a sus rivales con su pierna derecha seis centímetros más larga que la izquierda y ambas cazcorvas para completar. El documental da cuenta del porqué para el pueblo no había nadie como él para engañar rivales, y asentar en sus veloces e inesperados regates su alegría cinematográfica, la alegría del movimiento hecho poesía pícara.

Como fútbol cinematográfico, también nos quedan grandes partidos como el de la Selección Colombia en el mundial de Italia 90 contra Alemania (1-1), en el que los colombianos impartieron una lección de fútbol construido desde la defensa y con inspirados mediocampistas y delanteros que tuvieron la posibilidad de vencer el pragmatismo alemán; o el de Brasil contra Italia en el mundial de España 82, en el que el equipo más poético del campeonato perdió contra la barrera y pata dura del esquema defensivo italiano, que tuvo inspirado a su delantero Rossi que aprovechó cada error defensivo para hacerlo pagar caro, además del arquero italiano que atrapó una y otra vez las posibilidades brasileñas. En ese equipo brasileño estaba el centrocampista Sócrates, quién siempre fue tan osado como su tocayo el filósofo clásico griego. Sócrates tuvo una visión de justicia social, de oposición a la dictadura y de socialismo que condujera hacia un mundo más equilibrado, sin las extremas diferencias sociales y la miseria que ha estado presente en la sociedad brasileña. Se opuso férreamente a la dictadura de João Baptista Figueiredo, creando O Timao en el equipo.
Corinthians (en el 82 y 83) era la democracia corinthiana, en la que las decisiones del equipo eran tomadas por todos en votaciones de igual valía, desde el utilero hasta el más alto directivo; así decidían el horario de entrenamientos y descanso, los fichajes, alineaciones y el uso del tiempo libre. En sus movimientos por el campo de juego era un águila que miraba desde las alturas (medía 1,93 metros) y determinaba los pases con precisión y osadía en jugadas en las que las combinaciones imprevistas con tacón y remate estaban fuera de cualquier libreto. Así eran sus frases:
“Se puede ganar o perder, pero siempre con democracia” “No hay que jugar para ganar sino para que no te olviden”
“Los futbolistas somos artistas y, por tanto, somos los únicos que tenemos más poder que sus jefes”
Existen muchas más películas, partidos y jugadores que se pueden nombrar, pero volviendo al sentido inicial de lo aquí presentado es el jugar fútbol y el percibirlo con toda la gracia de sus movimientos lo que le dan esa característica cinematográfica, aquella en la que rellenamos el espacio sin imagen y completamos el movimiento; completamos con la memoria y la imaginación, porque en todo caso no hay mejor manera de apretar y abrazar la vida que disparando un pase, un centro o un tiro al arco en el que el pensamiento puede volar como alguno de los dos Sócrates, el griego y el brasileño, y así podremos llegar a un momento de romance con la malla, un momento de clímax, o un momento de éxtasis con el pensamiento que se puede prolongar como la democracia corinthiana. Esperemos lograrlo.

Agon y Areté
Soy Sandro Angulo Rincón, colombiano, periodista y profesor universitario. Investigo, practico en forma amateur y consumo deportes. Aspiro a producir piezas periodísticas de calidad y obtener la retroalimentación de los lectores para que Agon & Areté crezca entre distintos públicos de habla española, inglesa, portuguesa y árabe.

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